lunes, 26 de noviembre de 2018

BARBARIE E INCOMPETENCIA

"La violencia engendra violencia, como se sabe; pero también engendra ganancias para la industria de la violencia, que la vende como espectáculo y la convierte en objeto de consumo". La reflexión es de Eduardo Galeano, y en cierta forma define lo que nos pasa. La anunciada cómo la final del siglo de la copa Libertadores de América entre River y Boca terminó siendo un bochorno nacional. El sábado en una vía pública supuestamente controlada y segura, hinchas de River apedrearon el colectivo que llevaba a los jugadores y el cuerpo técnico de Boca, hiriendo a varios de ellos, siendo hospitalizados cuatro. Hace tres años, un boquense en la cancha xeneise tiro gas pimienta a los jugadores de River lesionando en los ojos a varios de ellos. En los dos casos los autores de estas agresiones son delincuentes y asesinos en potencia porque nunca se sabe la consecuencia que tendrá en otro ser humano arrojarle proyectiles o productos químicos. Hay que estar enfermo para agredir a otro porque representa lo contrario a lo que se cree o se simpatiza; pero, como dijo Einstein: “la estupidez humana es tan incalculable como el tamaño del universo.” El operativo de seguridad de la final de la Libertadores del sábado fue un fracaso; hacer pasar al micro de Boca por donde estaban los hinchas de River muestra un grado de incompetencia absoluto. A eso se suma una Confederación Sudamericana de Fútbol, conocida como la Conmebol, que se manejó como un Emperador de Roma: ignoró los graves hechos ocurridos buscando que el circo continúe. Con cuatro jugadores de Boca en el Hospital, la Conmebol quería que el partido se jugará ese mismo día. Incluso al postergarlo fijó un horario que haría terminar el River-Boca de noche. Con lo que ya había ocurrido de día y con un resultado puesto hubiera pasado cualquier cosa a la salida de la cancha y en las calles en la oscuridad. Que autoridad tiene una Confederación de fútbol para decidir poner en riesgo a 70 mil personas del público y vaya a saber a cuantos miles más en la vía pública al finalizar un partido que por sentido común se debió suspender cuando apedrearon al colectivo de Boca ? Ahora tendrán que definir cuando, y seguramente también en donde jugar esa final. Quizás lo más lógico dentro de la ilógica es que se juegue fuera de Argentina. No sirvieron 2.200 policías y mil custodios privados para frenar la violencia; pero la pregunta que debiéramos hacernos como sociedad es: por qué llegamos a que un ejército tenga que controlar la seguridad en un espectáculo deportivo ? Nos hemos transformado en una sociedad confrontativa; y en ese marco magnificamos confrontaciones, como la de plantear como una guerra un partido de fútbol. La violencia en este deporte es la que más se ve, pero está en todos lados y a cada momento. La intolerancia domina nuestras acciones. Cuando los golpes sustituyen a la palabra muestran que estamos en el camino equivocado; en una involución socio-cultural. El fútbol Argentino de las grandes ligas, el que mueve fortunas, está viciado. Pareciera que lo delictivo ronda siempre en muchos más aspectos que en el visible de las barras bravas. Lo más preocupante es que a este triste presente le sigue un incierto futuro en cuanto a revertirlo , porque hay dos actores claves que juegan en contra: una prensa deportiva nacional con tendencia a fogonear el enfrentamiento, -en algunos casos rayando la apología del delito-, y una clase política que en muchos casos usa para sus fines a los violentos del fútbol, lo que obliga a brindarles protección de impunidad como contra prestación. Cuando el que debe resolver las cosas es parte del problema, no hay solución posible. Hasta la próxima. Marcelo N. Mouhapé Furné.

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